¿198 años? Que los cumpla feliz

Siempre tuve "algo" con la historia. La mundial y la de casa. No me ubico. No me cierra. O creí en ella demasiado de chico o me desilusionó de grande. Sólo pensar que este 25 de Mayo está a dos años del Bicentenario, me provoca escalofrío moral y ganas de pedir perdón. Más que una fecha la siento una pregunta que cae sobre millones de argentinos (entre ellos, yo).

–¿Pero qué cosa hicimos con lo que nos dejaron en 1810?

Cada cual debería hacerse cargo de la millonésima parte de respuesta que le tocaría dar.
Acepto que hubo tiempos intachables en que pocos habitantes debieron dolerse por fallarle a Mayo de 1810.
Pero, vista la historia en grueso, a casi todas las dirigencias que van de 1835 a 1852, y de 1930 a hoy, la pregunta debería llegarles por citación de un juez. E, ipso facto, ir a dar cuenta de "sus" actos.

Hace poco debí hablar con estudiantes de periodismo sobre el 25 de Mayo. No resultó una cita ingenua. ¿Cómo abordar la catástrofe del último medio siglo?¿Con qué argumento fortalecerles la razón que los asistía sin dañarles la esperanza? Tal el dilema. A su modo, los alumnos también (como el pueblo de 1810) querían saber "de qué se trataba".

Les dije lo que digo hoy. Que no tenía certificación histórica de que el 25 de mayo de 1810 se hubiese cumplido por entero. Que de los 50 mil argentinos que en aquel mayo había en la ciudad y alrededores, sólo se invitó a ir al Cabildo a 250 (y que fueron menos de 200, entre ellos, 59 militares y 59 comerciantes). Que una flotilla inglesa, cerca de Martín García, seguía "el curso de los acontecimientos". Que no debían apreciar el 25 de mayo como un hecho exclusivo del pasado. Que la Primera Junta fue una construcción exitosa. Que abolió la esclavitud. Que trajo el principio de igualdad. Que dio prioridad a la enseñanza. Que puso la primera semilla de desarrollo humano en América latina. Que no todo pudo cumplirse todavía. Pero que no debían bajar los brazos pues el 25 de Mayo es una fecha que siempre estará delante de nosotros, no atrás.

Y como además se interesaron por las figuras de Esos Días de Mayo, pude contarle que Saavedra era boliviano y el de mayor edad. Que lo seguía Belgrano recibido de abogado en España. Que el resto era muy joven. Moreno, de los más jacobinos junto con Castelli, y Juan Jose Paso, hombre de muchas luces. Que a Larrea se lo recuerda poco, aunque mucho en mi pueblo (pues en Berisso tiene hasta estatua).Y, tanto, insistían en saber sobre Manuel Belgrano, que fui lo más sincero que pude. Que en 1820 fue traído enfermo desde el Norte, con grilletes en piernas hinchadas por la hidropesía. Que el día en que murió hubo tres gobernadores distintos (mañana, tarde y noche: tres). Que metieron su cadáver en improvisado ataúd de madera y que lo enterraron de apuro, sin respeto y sin la bandera que creó para crearnos.

"Bueno, habrá que cambiar el rumbo, ¿no?", dijo uno. Y otro: "Si el 25 de Mayo se fue perdiendo habrá que recuperarlo". Comentó otro. Y se mostraron inquietos por ver cómo superar lo faltante, lo interrupto del 25 de Mayo de 1810, cómo retomar el espíritu de Belgrano, imitar a Sarmiento, sacudir al país inmóvil, ir a más y a mejor. Todo dicho sin dejar de sonreír. Y preguntado quién creía era el historiador que mejor describía la fecha, respondí que lo más objetivo lo había encontrado en un alumno primario de La Plata. Según me confió Jorge Paladini, su maestro (y mi amigo) al invitar un día a un alumno primario a dejar en el pizarrón una frase sobre la fecha, el chico, sin dudar, tomó la tiza y escribió: "El 25 de mayo de 1810 se reunieron los patriotas en el Cabildo para festejar el 25 de Mayo".

Hace de esto 198 años. Y no hay que parar de festejarlo.

Esteban Peicovich

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El autor es periodista y escritor