Cruzó los cerros en burro para salvar a su hija, pero no lo logró
Patricia Carrizo
Para LA NACION
SAN FERNANDO DEL VALLE DE CATAMARCA. La historia de Avelino Vega, un pastor que durante 10 horas de una gélida noche de invierno cargó en brazos a su hija por un camino de cornisa que recorrió a pie para llegar al más cercano poblado para conseguir ayuda para su hijita Nelly del Valle, una niña desnutrida que se moría por una gastroenteritis que, sin medios ni remedios, él no estaba en condiciones de detener, hizo conocido en todo el país a Río Grande, un paraje montañoso que ni siquiera figura en los mapas.
A pesar de las promesas de que el Estado acercaría por fin la mínima asistencia a los pocos pobladores de ese paraje para que no hiciera falta otra acción heroica para atender la salud de un niño, la historia volvió a ocurrir. Sólo que esta vez no hubo, como hace tres años, final feliz.
Angélica Magdalena Suárez, de un año y cuatro meses, murió el miércoles pasado cuando era trasladada por su padre a lomo de burro desde esa inhóspita localidad de la precordillera, situada a más de 60 kilómetros de Fiambalá, la última ciudad provincial hacia el límite con Chile, a unos 400 km de esta capital.
Los pobladores de ese lugar carecen de todo: no hay centro de salud; no hay médicos ni remedios ni buenos caminos para llegar. El hospital más cercano está en Fiambalá.
Aquella historia de Avelino y de su hija Nelly, que tenía tres años de edad y un cuadro de desnutrición de grado 2 cuando su caso conmovió a todos los argentinos, en julio de 2005, reveló las dificultades que tenían los pobladores de Río Grande para trasladarse a la localidad más cercana, Tatón, 20 kilómetros a pie, en mula o burro, para proveerse de todo: mercaderías, servicios, asistencia.
Aquella vez, los pobladores de Río Grande recibieron ayuda de lugares distantes de la Argentina, y las autoridades de la provincia se comprometieron a mejorar el camino, instalar una posta sanitaria y optimizar las condiciones y calidad de vida. Pero a tres años y medio, nada de eso ocurrió: los habitantes de Río Grande siguen viviendo en las mismas condiciones que entonces.
Sin esperanzaEsa precariedad, seguramente, llevó al mínimo las esperanzas de salvarle la vida a la pequeña Angélica. Según relató la policía, que intervino en el hecho, el miércoles, al amanecer, Angélica presentaba un cuadro febril, dificultades para respirar y fuerte decaimiento. "Amaneció triste", diría su padre, más tarde. Un enfermero de la localidad la revisó, pero el delicado cuadro de salud no pudo ser revertido con los pocos medicamentos que había en el humilde hogar de los Suárez.
Desde la escuela de Río Grande, las docentes del lugar intentaron comunicarse por medio de un equipo de radio BLU con Tatón y con Fiambalá, aparentemente, sin suerte.
El padre de Angélica decidió llevar en mula a la niña hacia el hospital de Fiambalá, bajo una persistente lluvia. Pero a mitad de camino, se acabó la resistencia de la pequeña; al advertir que su hija ya no respiraba, decidió regresar a Río Grande para dar allí sepultura a la niña.
Una maestra, finalmente, pudo informar de la situación a la policía de Fiambalá, que intervino en el caso y, a su vez, lo comunicó a la fiscal de Tinogasta, Silvia Alvarez, que dio instrucciones para preservar el cuerpo de la niña para la realización de una autopsia para establecer las causas del deceso. El cuerpo, entonces, quedó depositado preventivamente en la escuela de Río Grande.
Ayer, el portal de noticias catamarcaya.com reprodujo un audio con declaraciones en las que el padre de la niña fallecida aseguró que los médicos van a Río Grande sólo una vez por año y opinó que, de haber sido atendida a tiempo, Angélica quizás hubiera sobrevivido.
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