Adrián Paenza ha logrado transformar la matemática en un best seller.
Este es un adelanto del cuarto volumen de su saga de divulgación, Matemática... ¿estás ahí?, que publica Siglo Veintiuno Editores y cuyas tres primeras entregas han vendido más de medio millón de ejemplares
Miedo. Eso es lo que tiene un alumno cuando empieza una clase de matemática.
Tiene miedo porque de antemano la sociedad lo prepara para que no entienda .
Le advierte de todas las maneras posibles que es un tema difícil .
Peor aún: lo condiciona de tal forma que lo induce a creer que él no será capaz de hacer nada con la matemática, porque no pudieron sus padres, no pudieron sus hermanos, no pudieron sus familiares, no pudieron sus amigos, no pudieron sus abuelos?
En definitiva: nadie pudo .
Dígame si esas condiciones (ciertamente exageradas adrede) no predisponen a una persona a tener miedo? Así, sólo los valientes resistirán.
Pero no sólo le tienen miedo a la matemática los alumnos. También los padres, familiares y amigos. Y, por último, también los docentes.
Quizá no lo exhiban, o quizá lo puedan encubrir, porque en definitiva el docente tiene el control. El docente tiene el poder. El docente decide qué se estudia, desde dónde y hasta dónde. Decide cuáles son los problemas que prepara y enseña. Y decide cuáles son los problemas que los alumnos tienen que resolver, en la clase, en el pizarrón, en la casa y en una prueba. El docente tiene, en algún sentido, la sartén por el mango.
Pero aun así, creo que también tiene miedo. Quizá no tanto frente a los alumnos porque, en todo caso, siempre tendrá la posibilidad de decidir qué contestar y qué no. Pero el docente, internamente, sabe que lo que no necesariamente podría contestar es:
a) Para qué enseña lo que enseña.
b) Por qué enseña lo que enseña
y no otra cosa.
c) Qué tipo de problemas resuelve.
Un docente, por lo general, tiene la tentación de contar una teoría. La teoría aparenta ser muy buena porque parece (dije parece) que trae respuestas.
Pero el problema que tienen estas teorías es que suelen resolver problemas que los alumnos no tienen.
Peor aún: suelen dar respuestas a preguntas que los alumnos no se hicieron, ni le hicieron a nadie. Y mucho, mucho peor aún: esas mismas teorías suelen dar respuestas a preguntas que ni siquiera los docentes se formularon fuera de la clase.
(continúa)

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