Luz le tiene miedo a las alturas. Por eso los arneses, la concentración, los pies firmes sobre el tablón. Trabaja sobre un andamio que se eleva hasta los 9,10 metros, tocando con las manos el cielo de la basílica de Nuestra Señora de la Merced, en Perón y Reconquista, pleno microcentro porteño. Decididamente, no le gustan las alturas. Pero le fascinan las pinturas murales centenarias que suelen encontrarse en ellas. Y el entusiasmo por devolverles el vigor perdido puede más. "Siento una gran responsabilidad. Para dedicarte a esto, tenés que sentir un gran respeto por lo que hacés", comenta la joven restauradora. Junto con un equipo de unas 20 personas, y gracias al esfuerzo conjunto de las fundaciones American Express, Rocca y Fortabat, está ayudando a liberar a una de las construcciones más antiguas de la ciudad de Buenos Aires del pesado manto de tiempo que oscurecía su enorme valor arquitectónico e histórico.
(continúa)
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