viernes, abril 23

Día del Libro - La gran fiesta de Sant Jordi


Leyendo flores, oliendo letras

Decenas de miles de personas abarrotan el centro de Barcelona en la gran fiesta del libro y la rosa: una jornada de celebración literaria y un paréntesis a la crisis

Lo vieron ayer estos ojos: dos señoras elegantemente vestidas discutiendo como verduleras en una abarrotada librería de Barcelona a ver cuál de ellas se hacía con el único ejemplar que quedaba de El tiempo entre costuras, de María Dueñas (Temas de Hoy).

A punto estuvieron de llegar a las manos, ¡por un libro! La perdedora se llevó De qué hablo cuando hablo de correr, de Murakami (Tusquets), otro de los títulos más vendidos junto con El asedio, de Arturo Pérez-Reverte (Alfaguara).

En otra librería, normalmente desierta como una iglesia, una pareja de turistas japoneses permanecía atrapada entre la sección de viajes y la de cómics en medio de una sobrecogedora marea humana; sonreían: se sentirían como en el metro de Tokio, en casa. Más de media hora empleaban las jovencitas en la larga cola frente a una caseta para que les firmara Federico Moccia sus ejemplares de Perdona pero quiero casarme (Planeta).

¿Quieren creer que a primera hora de la mañana ya había gente esperando en alguna librería a que levantaran la persiana? La librera se frotaba los ojos, incrédula.

Es lo que tiene el Día del Libro: arroja imágenes asombrosas que parecen brotadas de un sueño húmedo de Borges. ¿Qué hubiera pensado el autor de El Aleph de una jornada en la que el libro se hace omnipresente y protagonista hasta llenar la vida toda, los anhelos, las voluntades y las calles?
"El universo, un inmenso libro", escribió Ibn-Arabi. Eso.
Añádanse las rosas: de todos los colores, tamaños y texturas, en todas las manos, hasta el punto de que las calles semejan un inmenso rosal ambulante, un bosque de Birnam en versión gozosa y con pétalos.
Borges, que amaba las rosas casi tanto como los libros, habría quedado estupefacto.
Alguien ha dicho que para que el día fuera plenamente un paraíso borgiano sólo faltaban los tigres.

(continua)

Fuente: El Pais

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