Max Seitz
BBC Mundo
"La vida es más importante que la arquitectura", solía decir Oscar Niemeyer, quien falleció a los 104 años en Río de Janeiro, tras varias hospitalizaciones por complicaciones debido a su estado de salud.
Fue tal vez este apego al mundo lo que convirtió al arquitecto brasileño en un ser longevo y le permitió trabajar hasta casi el final en su pasión: los edificios de concreto con curvas libres de soportes, que sobresalen por su dinamismo y ligereza.
Niemeyer había nacido el 15 de diciembre de 1907 en Río de Janeiro. Fue junto con el urbanista Lucio Costa el diseñador de Brasilia, la moderna ciudad inaugurada en 1960.
De su tablero salieron el Congreso y los palacios Planalto (sede del Poder Ejecutivo), Alvorada (residencia oficial del presidente) e Itamaraty (Cancillería), además de la catedral.
Sus primeros encargos fueron, sin embargo, una iglesia y un casino a orillas del Lago de Pampulha, en Belo Horizonte. Las novedosas líneas de ese pequeño templo dedicado a San Francisco le dieron fama en todo el país. El casino fue transformado luego en un museo de arte contemporáneo.
"Este proyecto tuvo mucho éxito porque era distinto: una arquitectura más leve y suelta, cuya forma intentaba sorprender. Fue muy importante ese primer trabajo para mí", le dijo Niemeyer a BBC Mundo en una entrevista realizada en mayo de 2007.
De Nueva York a Argelia
El arquitecto brasileño también sorprendió con sus creaciones en el resto del mundo.
Por ejemplo, trabajó con Le Corbusier en el edificio de Naciones Unidas en Nueva York, e ideó la sede del Partido Comunista en Francia, la Universidad de Constantino en Argelia y la casa matriz de la editorial Mondadori en Italia.
Varias de estas obras las materializó durante su exilio en Europa, luego de abandonar Brasil en 1966 tras ser perseguido por los militares que habían tomado el poder. Volvió a su país en los años 80 y le devolvió la alegría con construcciones como el Sambódromo de Río de Janeiro.
Niemeyer llegó a ser considerado uno de los padres de la arquitectura moderna y uno de los mayores exponentes de este arte en el siglo XX, pero su camino no fue nada fácil.
"Al principio me criticaron mucho -nos contó-, decían que lo mío era demasiado revolucionario, pero eso me impulsaba a hacer mi trabajo con más empeño. Siempre he hecho lo que me gustaba".
Sólo en 1988, a los 81 años, Niemeyer fue distinguido con el premio Pritzker, el más prestigioso en la arquitectura, por el diseño de la catedral de Brasilia. Fue un reconocimiento tardío por una obra temprana.
En la intimidad
En ocasión de la entrevista con BBC Mundo, Niemeyer nos recibió en su casa en Río de Janeiro, ubicada en el último piso de un edificio de diez plantas construido por él frente a la playa de Copacabana. Desde los balcones curvos se apreciaba una hermosa vista del mar y de los morros de la ciudad.
El interior del apartamento era muy sencillo. Allí había varios tableros, planos por doquier, un escritorio flanqueado por una biblioteca y una sala de estar con una comodísima silla para reposar diseñada por Niemeyer.
En un sector, paredes en zig-zag donde el arquitecto había dibujado mujeres desnudas trazaban la separación entre un ámbito y otro. "Siempre me han atraído las curvas de los morros, los ríos y los cuerpos femeninos", le confesó a BBC Mundo en la intimidad de su casa.
Esas formas fueron, precisamente, su fuente de inspiración.
A pesar del deterioro de su salud, Niemeyer nunca dejó de trabajar con pasión, ayudado en su apartamento por un grupo de arquitectos.
En los últimos años se dedicó a diversos proyectos en Brasil, un museo en España y otro en Italia, en medio de un sinnúmero de homenajes a su persona.
Además incursionó en la canción: estando enfermo en una cama de hospital, le puso letra y poesía a una samba de los músicos Edu Krieger y Caio Almeida. El título, "Tranquilo con la vida", reflejaba su incansable optimismo.
Niemeyer fue uno de los arquitectos encargados de la construcción de la sede de la ONU en Nueva York.
Fuente texto e imagen: BBC Mundo
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