domingo, julio 19

Y una noche Argerich bautizó la Ballena Azul

La pianista tocó con la Sinfónica en el CCK; el público llenó la sala y lo siguió por pantallas en los alrededores.

Muchos quisieron que fuera en mayo, cuando el Centro Cultural Kirchner quedó inaugurado formalmente, pero entonces ella se negó. Dos meses después, ella, Martha Argerich, decidió tocar en el antiguo Correo y, así, darle a la Ballena Azul un contudente bautismo de música.
Más que ningún otro intérprete clásico, Argerich provoca una fascinación que no se limita a los amantes de ese género. Esta vez, la sala -como se sabía- colmó su capacidad y tuvieron que instalar pantallas en la cúpula del CCK, en la Sala Argentina (ubicada justo debajo de la Ballena) y fuera del edificio para que más gente siguiera el concierto en una experiencia más cercana al vivo y menos a la televisiva. Habrá sido el frío o la falta de difusión sobre las posibilidades de verlo allí, apenas un puñado de personas ocuparon la platea callejera.
El repertorio invitaba: estaban anunciadas varias piezas de Astor Piazzolla, obras de Luis Bacalov, también a cargo de la dirección de la Sinfónica Nacional, aunque no se respetó el orden del programa publicado en la página web oficial.
Argerich abrió la noche con el primer movimiento del Quinteto de Schumann, y enseguida llegaron los tangos: a solas Bacalov tocó "El día que me quieras" y "El choclo"; luego sonaron los piazzollianos Oblivion (a dos pianos: el de Argerich y el de Eduardo Hubert) y Tres minutos con la realidad (a dos pianos más un cuarteto de cuerdas), para cerrar la primera parte del concierto.
Sin ella y con la orquesta a cargo de Bacalov, la cinematográfica Il Postino abrió la segunda parte. La noche marcaba, además, el reencuentro de Argerich con la Sinfónica, orquesta a la que estuvo ligada en sus comienzos. Juntos entonces recuperaron la senda del programa previsto con Porteña hasta el final... con la esperada ovación.
Finalmente Argerich tocó en el Centro Cultural Kirchner, en un concierto que la tuvo un poco con cuentagotas, pero que selló su colaboración con la Sinfónica gracias a los tangos de Bacalov. Quien atraído por la ocasión quería escuchar a la excepcional pianista, seguramente se quedó con las ganas. Las chances siguen en el Colón, con la inmejorable compañía de Daniel Barenboim, desde el 26 de este mes.

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