miércoles, agosto 5

Efedrina: entre Aníbal y los aportes de campaña

por Ernesto Tenembaum

La inmensa mayoría de los argentinos escuchó la palabra "efedrina" por primera vez en junio de 1994, asociada a uno de los episodios más tristes de la historia deportiva del país: la suspensión a Diego Armando Maradona del mundial de Estados Unidos.

A Maradona le había dado positivo un análisis de antidoping: le habían encontrado, justamente, "efedrina". La "efedrina" no era, ni es, una droga sino, apenas, un compuesto químico necesario para confeccionar drogas, algunas de ellas legales y otras ilegales.

Por ejemplo, la efedrina está presente en casi todos los antigripales. Si todos los elementos que se usan para elaborar productos ilegales fueran prohibidos, en esa categoría debería estar el agua. Por eso, la efedrina fue legal hasta que, en algunos países, empezó a llamar la atención el aumento sideral de su importación. Entonces, alrededor del 2008, el Gobierno puso especial interés en regular su comercialización. Desde entonces, la palabra "efedrina" ya no está asociada a aquella suspensión de Maradona sino a algo mucho más sucio: la lucha por el poder. Seguir ese recorrido, como se verá, es muy ilustrativo de algunos rasgos del período político que está terminando.

El primer candidato acusado por tener vínculos con la efedrina no fue Aníbal Fernández. Se llamó Francisco de Narváez.

En el año 2009, De Narváez era el opositor mejor posicionado en la provincia de Buenos Aires. Competía contra la lista del oficialismo, encabezada por Nestor Kirchner y Daniel Scioli. Kirchner venía golpeado por su derrota durante el largo y desgastante conficto con el sector agrupecuario. El país, además, recibía los coletazos de la crisis económica mundial que se produjo por el fiasco de las hipotecas subprime. Pero, igual, Kirchner era el favorito. Sobre el final de la campaña, los medios oficialistas --encabezados por Página 12-- difundieron una denuncia según la cual De Narváez estaba comprometido en el tráfico de efedrina. Así fue como la palabrita se metió en la política.

De Narváez aparecía mencionado en una causa que había terminado con Mario Segovia, a quien se denominaba el "zar de la efedrina", en prisión. Pero no había nada contra él. Apenas aparecían algunas conversaciones de muy pocos segundos --su contenido se desconocía-- entre uno de los decenas de celulares que poseían las empresas del candidato con el tal Segovia. Encima, esas conversaciones eran de la época en que la efedrina estaba desregulada. Muy poca cosa. Pero el juez que llevaba la causa, Enrique Faggionato Márquez, le dio una entidad tremenda en el final de la campaña y citó a De Narváez a prestar declaración. No solo la prensa oficialista batía el parche con la cuestión. Uno de los dirigentes que más insistía en instalarla era Aníbal Fernández. "Es un tema serio. Debe investigarlo. Debe explicarlo", decía por entonces Aníbal, menos preocupado que ahora por las reglas limpias, por la "mugre" y por la "mierda".

De Narváez ganó la elección, luego tuvo una carrera política poco exitosa, el juez fue destituido por múltiples irregularidades, la causa terminó en la basura. Pero todo ese episodio instaló nueva reglas en el debate de campaña.

Un año antes de esa campaña, el 7 de agosto de 2008, habían aparecido muertos en General Rodríguez los jóvenes empresarios Sebastián Pablo Forza (34), Leopoldo Bina (35) y Damián Ferrón (37).
La investigación sobre ese hecho determinó que los tres llevaban un altísimo nivel de vida, que se podía justificar de dos maneras: eran proveedores de medicamentos de obras sociales sindicales y del propio Estado Nacional y, además, se trataba de traficantes de efedrina. Imprevistamente, el crimen rozó de nuevo la política cuando se supo que Forza, había sido aportante de la campaña presidencial nada menos que de Cristina Fernández de Kirchner. Forza no era cualquier aportante. En los registros oficiales, su empresa Seacamp S.A. aparece habiendo entregado cuatro cheques por un valor total de 200 mil pesos: más plata que cualquiera de las empresas de medicina prepaga más poderosas, como Medicus (80.000) o Galeno y Swiss Medical (60.000). ¿Sabían en el Gobierno de las actividades ilícitas a las que se dedicaba uno de sus principales aportantes? Sí debían haber conocido que, antes de haber efectuado esos aportes, Forza había sido desplazado de su condición de proveedor de medicamentos al Estado debido a algunos casos donde se descubrió su adulteración.
(continua)

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